Por qué comprar un campo
Históricamente, la tierra forma parte del portfolio de
inversiones en la Argentina, siempre lo fue, lo es y lo seguirá siendo. Podrían
inferirse varios motivos para que esto ocurra y, según las épocas, algunos
tomarán mayor peso que otros en el análisis.
Comprar campos para el inversor nacional implica trascender
en la inversión. Es decir, cuando alguien compra un campo no solo está
decidiendo la colocación de fondos, sino también la firme intención de hacerlo
volcándose a la producción.
Eso lo hace asumiendo que los resultados de nuestra
inversión van a depender de las variaciones climáticas y las oscilaciones del
mercado. Para ello, se puede pensar en producirlo personalmente o cederlo en
alquiler.
Sea cual fuere la elección en ese sentido, en casi todos los
casos definir este tipo de inversiones significa afincarse en una zona
determinada. Más allá del tipo de explotación, la tierra produce un fuerte sentimiento
de arraigo. Por eso, la zona elegida pasará a formar parte de la idiosincrasia
del comprador. De esta manera, se elige también una forma de vida. Uno pasa a
ser parte de la comunidad, de la cadena comercial y hasta del paisaje.
Desde el punto de vista económico, se puede lograr
rentabilidades razonables de acuerdo con los riesgos asumidos. Pero, sin lugar
a dudas, lo que más atrae cuando se invierte en tierras es el resguardo de
valor del dinero invertido. La curva de la evolución del valor de la tierra en
el largo plazo es siempre ascendente. Y esto está garantizado en el tiempo, ya
que se trata de un activo finito, ante una demanda que crece exponencialmente.
Si tomamos los últimos 40 años, la tasa de capitalización fue del 5% anual.
De más está mencionar las bondades de los suelos argentinos
y lo benigno y variado de su clima. Lo convierten en una opción privilegiada.
No es un tema menor, la tranquilidad que reviste ser
propietario de un campo, ante las flaquezas e incertidumbres de las inversiones
financieras o bursátiles, muchas veces, devenidas en desgracia, tanto a nivel
nacional como internacional. No es comparable invertir en un activo palpable,
al cual uno puede usarlo, trabajarlo, disfrutarlo, frente a una colocación en
la cual lo único que a uno le entregan es un resumen de cuenta y se le
agradecerá la confianza depositada en su entidad y en el sistema. Comparándola
con otras inversiones inmobiliarias, los campos no se amortizan, ya que bajo un
uso racional sus características productivas se mantienen a lo largo del
tiempo. Una de las cosas más atractivas es tener la posibilidad de disfrutar de
la inversión y mejorar nuestra calidad de vida.
Finalmente, vemos que los inversores de campos suelen tener
muy claro estos comentarios vertidos precedentemente y desde la CAIR queremos
promover y ayudar a que nuestros inversores logren hacer buenos negocios que
les permitan crecer e incorporar al grupo familiar en sus proyectos.
Por Javier Christensen
Presidente de la Cámara Argentina de Inmobiliarias Rurales